Buenos días y buen comienzo de semana.
Hoy quiero compartir un artículo interesante y divertido. Ya que hace mal tiempo, pongamos buena cara.
Espero que os guste.
¿Por qué a la gente le entra el tembleque cuando tiene ganas de hacer pis?
Muchos conocen esta situación o al menos una similar: hemos quedado en el bar con unos amigos; el primero de los citados elige la mejor mesa en un rincón. Se van añadiendo más y más amigos al grupo; se apretujan y piden una ronda tras otra. Al cabo de un rato, los primero en llegar son los que peor lo pasan. Probablemente son los que más han bebido y, cuando la vejiga aprieta, resulta que hay otros diez entre ellos y la puerta del cuarto de baño. Por eso, el que haya tanto meneo de acá para allá en los asientos del rincón no tiene nada que ver con la música que se oye en el bar. Los tertulianos se aguantan las ganas disimuladamente y sin decir ni pío, pasan el pero del cuerpo de un lado al otro y aprietan los muslos. Empieza a entrarles el tembleque porque quieren esperar un poco más para ir al servicio, cosa que está difícil.
Mientras tanto, en el interior de su cuerpo las vías nerviosas se recalientan. En la vejiga hay unos receptores que comprueban cuánto se ha dilatado ya la misma y lo llena que está. Transmiten al cerebro estos "avisos del nivel de agua" - en sentido literal - en forma de impulsos nerviosos. En el cerebro se procesan dichos impulsos y, cuando los nervios advierten que la vejiga se está llenando poco a poco, este envía a su vez al organismo otros estímulos que indican: ¡Por favor, vacía la vejiga! Este proceso termina en el sistema nervioso vegetativo y no se deja influir ni aun recurriendo a una enorme fuerza de voluntad.
De todos modos podemos hacer caso omiso de esta exigencia corporal de ir al baño, pues el músculo que cierra la vejiga está bajo nuestro control consciente, y la propia vejiga es un músculo hueco que puede dilatarse extraordinariamente. En personas sanas puede almacenar entre medio litro y un litro de líquido. Al igual que su dueño, por lo general reacciona al cordial requerimiento "¡venga, la última!".
Pero todo tiene un límite. Cuando se alcanza la máxima dilatación, el organismo reacciona a las continuas negativas con estímulos más poderosos. La presión es cada vez mayor, hasta que acaba doliendo de verdad. El que todavía siga intentando aplazar la visita al cuarto de baño empezará infaliblemente a hacer los típicos movimientos agitados. Constituyen una especie de actividad sustitutoria que se intenta superponer a ese poderoso estímulo - que clama que es preciso ir de una vez al baño - utilizando otro estímulo generado por uno mismo. Ya sea menearse de acá para allá, dar saltitos o apretar las piernas, toda esa gimnasia que revela "tengo que ir urgentemente al baño" no es otra cosa que una maniobra de distracción. Por medio de otros estímulos podemos gobernar, intentamos relegar a un segundo plano el poderoso estímulo que ordena vaciar la vejiga; por lo menos en los casos en que tenemos bloqueado el camino hasta la puerta salvadora del baño mientras atravesamos un bar que está de bote en bote.
Por otra parte, si alguien quiere seguir sentado un rato más puede aumentar la capacidad de su vejiga. Como sucede con cualquier otro músculo, su capacidad de dilatación se puede ejercitar, precisamente esperando repetidas veces hasta el último momento, incluso hasta que comience el tembleque. A quienes tienen una vejiga que aguanta poco se les aconseja de todas maneras empezar entrenamientos en casa, pues de lo contrario es fácil acabar mojándose los pantalones.
Extracto del libro: 70 preguntas curiosas sobre el mundo que nos rodea y sus asombrosas respuestas (Martin Gent)
¿Por qué a la gente le entra el tembleque cuando tiene ganas de hacer pis?
Muchos conocen esta situación o al menos una similar: hemos quedado en el bar con unos amigos; el primero de los citados elige la mejor mesa en un rincón. Se van añadiendo más y más amigos al grupo; se apretujan y piden una ronda tras otra. Al cabo de un rato, los primero en llegar son los que peor lo pasan. Probablemente son los que más han bebido y, cuando la vejiga aprieta, resulta que hay otros diez entre ellos y la puerta del cuarto de baño. Por eso, el que haya tanto meneo de acá para allá en los asientos del rincón no tiene nada que ver con la música que se oye en el bar. Los tertulianos se aguantan las ganas disimuladamente y sin decir ni pío, pasan el pero del cuerpo de un lado al otro y aprietan los muslos. Empieza a entrarles el tembleque porque quieren esperar un poco más para ir al servicio, cosa que está difícil.
Mientras tanto, en el interior de su cuerpo las vías nerviosas se recalientan. En la vejiga hay unos receptores que comprueban cuánto se ha dilatado ya la misma y lo llena que está. Transmiten al cerebro estos "avisos del nivel de agua" - en sentido literal - en forma de impulsos nerviosos. En el cerebro se procesan dichos impulsos y, cuando los nervios advierten que la vejiga se está llenando poco a poco, este envía a su vez al organismo otros estímulos que indican: ¡Por favor, vacía la vejiga! Este proceso termina en el sistema nervioso vegetativo y no se deja influir ni aun recurriendo a una enorme fuerza de voluntad.
De todos modos podemos hacer caso omiso de esta exigencia corporal de ir al baño, pues el músculo que cierra la vejiga está bajo nuestro control consciente, y la propia vejiga es un músculo hueco que puede dilatarse extraordinariamente. En personas sanas puede almacenar entre medio litro y un litro de líquido. Al igual que su dueño, por lo general reacciona al cordial requerimiento "¡venga, la última!".
Pero todo tiene un límite. Cuando se alcanza la máxima dilatación, el organismo reacciona a las continuas negativas con estímulos más poderosos. La presión es cada vez mayor, hasta que acaba doliendo de verdad. El que todavía siga intentando aplazar la visita al cuarto de baño empezará infaliblemente a hacer los típicos movimientos agitados. Constituyen una especie de actividad sustitutoria que se intenta superponer a ese poderoso estímulo - que clama que es preciso ir de una vez al baño - utilizando otro estímulo generado por uno mismo. Ya sea menearse de acá para allá, dar saltitos o apretar las piernas, toda esa gimnasia que revela "tengo que ir urgentemente al baño" no es otra cosa que una maniobra de distracción. Por medio de otros estímulos podemos gobernar, intentamos relegar a un segundo plano el poderoso estímulo que ordena vaciar la vejiga; por lo menos en los casos en que tenemos bloqueado el camino hasta la puerta salvadora del baño mientras atravesamos un bar que está de bote en bote.
Por otra parte, si alguien quiere seguir sentado un rato más puede aumentar la capacidad de su vejiga. Como sucede con cualquier otro músculo, su capacidad de dilatación se puede ejercitar, precisamente esperando repetidas veces hasta el último momento, incluso hasta que comience el tembleque. A quienes tienen una vejiga que aguanta poco se les aconseja de todas maneras empezar entrenamientos en casa, pues de lo contrario es fácil acabar mojándose los pantalones.
Extracto del libro: 70 preguntas curiosas sobre el mundo que nos rodea y sus asombrosas respuestas (Martin Gent)
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